El casado casa quiere

Cuando nos casamos fuimos a vivir con mis suegros, pero desde el primer momento soñábamos con tener casa propia. Todos los domingos compraba el periódico y pasaba horas leyendo la sección de anuncios de las inmobiliarias.

Llegamos a localizar varias de las viviendas que estaban a nuestro alcance, pero muchas veces nos limitábamos a aparcar el coche delante de la puerta unos minutos y con la misma arrancábamos decepcionados. Solo llegamos a visitar una casa cueva en Montaña Cardones. Aún tengo las agujetas que me produjo subir la larga escalera que nos llevaba hasta lo alto de la montaña con la niña en brazos. Una vez arriba entendimos por qué tenía aquel precio. En realidad en aquella época no teníamos un duro, y lo único que nos podíamos permitir de aquella sección del periódico, era alguna plaza de garaje en el extrarradio.

Una vez vimos en “El Baúl” un anuncio de unas casas prefabricadas. Luego nos enteramos que estaban construyendo el piso piloto en el pueblo. Como la casa se estaba construyendo al pie de la carretera y justo enfrente había aparcamientos, durante el mes y medio que duró la construcción íbamos todas las tardes a ver la obra. Permanecíamos sentados dentro del coche comentando particularidades de su construcción.

Nunca llegamos a comprarnos una, pero disfrutábamos montándonos la película, soñando como sería la nuestra, mientras compartíamos un paquete de papas en aquel particular autocine. Solo cuando Coré despertaba de su siesta en el sillón trasero del panda, nos devolvía a la realidad.

El casado casa quiere - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez