La fila de la vergüenza

Recuerdo que desde muy pequeño siempre tuve problemas con la lectura. Ya en párvulos odiaba leer en clase. Existía un método que era muy competitivo, injusto y discriminatorio:

La fila de lectura.

El mismo consistía en hacer una hilera de alumnos, estableciendo el orden de forma aleatoria o con algún criterio arbitrario del docente.

Entonces el maestro ordenaba leer al primero, luego al segundo. Si este último leía ligeramente mejor que el primero lo adelantaba. Si no, se mantenían en su puesto. El mismo proceso se establecía con el segundo y así sucesivamente. Como de entrada te tocase al final de la fila y no se te diese un buen día, te eternizabas en los puestos de cola.

Este método tenía muchos fallos:

Era la única herramienta que usaba el maestro para enseñar a leer y evaluar. Solo aprendían los que estaban al principio de la fila. El resto o no nos enterábamos porque estábamos pendientes de calcular, más bien de adivinar, que parte del texto teníamos que prepararnos, para tratar de leer medianamente bien.

Como en una sesión no acababan de leer todos los alumnos, al día siguiente se volvía a establecer la fila, pero ahora manteniendo el orden en que había quedado el día anterior. Las diferencias entre los de arriba y los de abajo eran cada día más evidentes.

Los alumnos que ocupábamos esas últimas posiciones teníamos tres opciones:

La postura del ludópata: Jugar a la ruleta a ver si podíamos adivinar que fragmento de texto nos tocaría y salir de ese agujero. Este juego a veces te hacia retroceder algún puesto cuando la maestra no miraba, de cara a que te tocase la parte que tenías preparada, con la esperanza de hacer una buena lectura y ascender varios puestos.

El tramposo. Aplicar la fuerza o la picaresca, y aprovechar el momento de formarse la fila, para escalar un par de posiciones.

El antisistema. Levantarte cada día y colocarte al final, esperando que otro día más no te tocase leer, vegetando sin esperanza. La única preocupación era si por alguna razón, uno de los de arriba fallaba o era castigado pasando al final de la fila y haciendo peligrar tu cómoda posición de farolillo rojo.

Creo que yo pasé por todas esas fases. Por suerte esos métodos cambiaron y pude salir de ese círculo vicioso.

Pese a ello ¡LLEGUÉ! Pero muchos se quedaron en el camino.

La fila de la vergüenza - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez