La travesía del “Telémaco”

Telesforo Chinea, gomero de nacimiento, se afincó en Gran Canaria tras terminar sus estudios de maestría industrial en electricidad.

Cuando terminé la carrera empecé a trabajar con él y pese a que yo era su superior, me enseñó todos los trucos del oficio. Todavía recuerdo las horas que pasábamos dibujando esquemas eléctricos en las servilletas de cualquier bar, mientras nos tomábamos unas cervezas después del trabajo.

En una de estas ocasiones se sinceró conmigo y me contó la historia de su familia. Su padre tuvo que emigrar a Venezuela en los años cincuenta a bordo del Telémaco. Aunque ya había pasado más de 40 años de la partida, Telesforo no le había perdonado que los abandonase y que su madre muriese esperándolo toda su vida, mientras bordaba sabanas, toallas y hasta el último pañito del ajuar de las hijas de sus vecinas de Valle Gran Rey, para sacarlo adelante.

Telesforo, cuando recibió la noticia de su regreso, se sintió como aquel niño de cinco años, que lo vio embarcar desde su Valle Gran Rey natal, rumbo al Caribe, aquel 9 de agosto de 1950.

Y allí estábamos esperando a que Ulises Chinea llegase. Telesforo no hacía más que ir inquieto de su asiento al panel informativo que anunciaba la llegada del vuelo. En una de esas ocasiones se encontró de frente con un individuo que se parecía mucho a él, aunque algo mayor. Tras esquivarlo y dejarlo atrás, oyó a sus espaldas que silbaban su nombre. Entonces se paró en seco y giró ciento ochenta grados. En ese momento olvidó todos sus rencores y se derrumbó en los brazos del recién llegado, llorando como un niño.

La travesía del Telémaco - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez