Los sueños de Rocinante

Para Rocinante quedaron atrás los tiempos en que se ocupaba en las labores propias de la hacienda,  arando junto al burro de Sancho Panza o tirando del carro cargado de trigo camino al molino. Desde que su dueño se había dedicado a la lectura de los libros de caballería, el equino mataba el tiempo oyendo las gestas, que su dueño declamaba en su aposento, que estaba pared con pared con la cuadra.

Pronto, el excitado animal empezó a participar en las lecturas, realizando los efectos especiales: un relincho aquí, ruido de cascos allá; tanto se contagió de la locura de su dueño, que se creyó tan apuesto como Babieca, el caballo del Cid.

Lo que nadie sabe es que quien verdaderamente inspiró a Cervantes para escribir esta genial obra fue el rocín.

Los sueños de Rocinante - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez