Preguntaba por los porqués

Cuando sucedió me preguntaba: ¿Cómo le pudo pasar a ella? ¿Cómo la enfermedad podía cebarse de aquella manera? Decía: «Es tan buena y no se lo merece».

La religión nos hace pensar en nuestra situación como consecuencia de nuestro comportamiento, pero la enfermedad no tiene conciencia, no atiende a razones, ni necesita excusas trascendentales para provocarnos dolor.

Tampoco ella se lo cuestionaba, vivía como un vegetal. La diabetes le secó todas las arterias, había perdido la elasticidad y la sangre fluía lentamente hasta el punto de coagularse provocándole un ictus.

Entonces se cancelaron casi todas las funciones sensoriales: ya no saboreaba la comida, hablaba incoherencias, y probablemente tenía alucinaciones acústicas y visuales. Su cerebro se colapsó y no mandaba órdenes a los miembros, poco a poco se fueron replegando y marchitando hasta alcanzar una posición fetal. Terminó perdiendo casi toda su masa muscular, sus pulmones empezaron a no querer respirar.

Esta agonía duró más de tres años. Durante todo ese tiempo solo la reconocía en su olor afrutado inundando la estancia y en el tacto de porcelana de sus manos, siempre receptivas a mis caricias.

Madre, en días como hoy es cuando más echo de menos tenerte a mi lado.

Preguntaba por los porqués - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez