Despistado a bordo
Tengo que reconocer que me despisto mucho al volante. La primera vez fue viniendo del trabajo a casa de noche cerrada. Al salir del último túnel de La Cuesta de Silva alguien reconoció mi coche y me picó la luz. Acostumbrado a dejármelas encendidas, ni corto ni perezoso las apagué pensando que era de día, quedándome totalmente a oscuras.
Más de una vez he estado a punto de salir disparado de un semáforo en rojo al oír sonar el claxon de algún coche, creyendo que era el de un conductor impaciente tras el cambio a verde.
Casi todas las multas de tráfico que me han impuesto son también por pequeños despistes: Dos por olvidarme de ponerme el cinturón de seguridad, una por no encender las luces en los dichosos túneles, y otra por aparcar sobre la acera. Esta última me la pusieron el primer día que llevé el coche a clase. Cuando regresé al lugar de aparcamiento y no encontrarlo le pregunté al estanquero de la esquina. El señor muy risueño, me dijo que se lo acababan de llevar y que iba diciendo adiós con el vaivén de la ele al ritmo de la alarma. La juerga me salió tres mil pesetas y una caminata hasta el potrero.
Pero también he tenido accidentes más serios: Dos porque me han alcanzado por detrás; en uno de ellos se desprendió el sillón y me quedé totalmente tumbado dentro del coche. Es curioso, mientras fui soltero, por más que lo intenté nunca conseguí tumbarlo tanto. En otras dos ocasiones he sido yo el que ha alcanzado por detrás por no mantener la distancia de seguridad. La primera vez fue cuando venía del Banco de España de cobrar las seiscientas mil pesetas que me había puesto de multa el gobierno civil por una manifestación. Toda la alegría que llevaba por haber ganado el juicio y recuperado el dinero se esfumó de golpe. Ni que decir tiene que la reparación del coche superó con creces la cantidad cobrada.
Pasados cinco años y cuando iba con mi flamante coche por una retención en las obras de desdoblamiento de la variante de La Cuesta de Silva tuve otro accidente. El coche quedó inservible. Estuve casi cinco años pagando dos coches y disfrutando solo uno, pues solo había pagado cuatro o cinco cuotas.
El último accidente lo tuve hace un par de años, el día de Santiago alrededor de las cinco y media de la mañana, cuando iba de mi casa al trabajo. Con las tres gotas que habían caído momentos antes, la curva estaba bastante resbaladiza y el coche me derrapó, yendo a parar al guardarraíl que acababan de reparar, según me comentaron los operarios de carreteras. En las fotos no se aprecia pero las dos ruedas delanteras quedaron sobre el vacío y una de las traseras totalmente en el aire. Por suerte la única lesión que tuve fue un pequeño corte en la cabeza, aún no tengo idea de cómo me lo hice.