El Anillo

Estando en clases particulares de verano en barrial, me encontré a un compañero llorando en el recreo, al parecer un tal Lillo le había cambiado a su hermano pequeño un anillo de oro por una tira de grapas cobrizas. Como era temido por todos, no se atrevía a enfrentarse a él. Le pregunté qué edad tenía ese chico, y me dijo que era más pequeño que nosotros. Como no comprendía el motivo de su preocupación, le propuse que se lo contase a su padre. Pero se negó porque Lillo había extorsionado incluso a personas mayores, y no quería exponer a su padre a ese peligro.

Yo no me podía creer lo que estaba oyendo. Fue tanta la indefensión la que percibí que me presté a mediar y hablar con aquel individuo. No había pasado ni cinco minutos cuando un chico canijo se plantó delante de mí y dijo:

—¿Y tú que quieres?

—¿Tú eres Lillo? Quiero que le devuelvas el anillo a Moisés.

Lillo sonrió, levantó el brazo, lo movió hacia adelante imitando a un jefe indio cuando llama a los guerreros escondidos tras la colina. Entonces surgió un ejército de chiquillos con la mano izquierda delante y con la derecha dándose palmadas en el culo, simulando ser la caballería. Se pararon en seco detrás de él esperando sus órdenes.

Miré hacia atrás y no vi, ni al compañero, ni a su hermano, ni a nadie. En realidad todos se pusieron detrás de la caballería, parecía que se habían unido a ella.

Así la situación, puesto que la última vez que salí corriendo me atropelló un coche, decidí mostrarle cara, a riesgo de que me la partieran. Le dije que el cambio era injusto, ya que se trataba de un niño pequeño. Sorprendentemente, Lillo volvió a sonreír, se encogió de hombros y se batió en retirada con toda su tropa, pero sin entregar el anillo.

Luego supe que este chico se refugiaba en su grupo de borregos para atemorizar a personas mayores del barrio haciéndole pequeños hurtos. Esa fue la única vez que me tropecé con este personaje. Imagino que en algún momento tuvieron que pararle los pies, ya que no he vuelto a tener noticias suyas.

Es curioso, esa sensación de miedo la volví a percibir cuando estuve recogiendo firmas en contra de que quemasen basuras en el vertedero. A pesar de que muchos habían tenido que ser tratados por problemas respiratorios, no se atrevían a firmar la queja.

El anillo - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez