El chisme multiusos

Estuvimos “trabajando” en el solar toda la mañana con un trozo de hierro galvanizado en forma de ele. Se podría decir que este solar era nuestro parque infantil. Habíamos cavado, arado y apisonado con ese trozo de metal.

Esa chatarra debió ser parte de una silla de playa o tumbona que alguien había arrojado al vertedero improvisado situado delante de la gañanía. En esa época el camión de la basura no pasaba por nuestra calle.

Después de ir a comer volvimos al tajo, pero no encontrábamos el chisme ese. Decidimos rebuscar en el vertedero. En esa labor estaba Paco, mientras yo me dediqué a mirar sin mucho convencimiento por los alrededores.

Al cabo de un rato lo encontré al otro lado del solar y se lo lancé gritando:

—¡Paco! ¡Ahí va!

—¿Qué? ¡aaah! —dijo antes de caer al suelo gimiendo de dolor y cubriéndose la nariz.

Según me contó posteriormente, al ver tanta sangre pensó que le había arrancado un trozo de cara.

Los gritos de Paco alertaron a José Manuel Quesada, que cargó en brazos con Paco hasta su casa.

Mientras tanto yo los seguía conmocionado. Pero al llegar delante de su casa, me quedé como un perrillo asustado, parado en la acera de enfrente, temiendo la reacción de Rosaliita al ver el estado en que llegaba su hijo.

Más tarde, cuando le pararon la hemorragia y Paco salió a la calle, respiré. Sólo se le notaba un pequeño piquete en la parte alta de la nariz y una ligera inflamación.

Pero al día siguiente, Paco parecía un eccehomo, tenía un hematoma que le cubría media cara y tenía los ojos hinchados.

Todavía hoy me recuerda que cada vez que se mira al espejo se acuerda de mí, pues tiene el tabique nasal desviado desde entonces.

 

El chisme multiusos -©-Rito Santiago Moreno Rodríguez