El enemigo silencioso

Durante toda su existencia aquel diminuto cuerpo había superado varias enfermedades y trabajado duramente; pero en los últimos años había perdido la vista, luego el habla, y por último la movilidad.

Al principio del coma le ponía el rosario en la mano y trataba de rezarlo con ella, pasando las cuentas entre sus dedos a cada padre nuestro. Llegó a esbozar una pequeña sonrisa y tratar de mover los labios como cuando cada noche lo rezaba sentada en su perezosa. Pero al poco tiempo decidí dejar de intentarlo: notaba su nerviosismo al no poder rezarlo como ella quería.

Conseguimos una cama articulada motorizada y se compró un colchón anti escaras. Dos veces en semana venía a casa un masajista que le mantenía el tono muscular y la salud de la piel. Permanentemente le teníamos conectada la botella de oxígeno para tratar su insuficiencia respiratoria.

Durante los más de tres años que estuvo en esta situación nunca supo que sus 7 hijos habíamos heredado su enfermedad.

Desde entonces la diabetes se extiende por la ciudad como una epidemia.

El enemigo silencioso - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez