Guadaña que cortas racimos y doblas espaldas

Durante meses resonó el traqueteo del  tractor sorribando parte del cauce del barranco. Allí se plantaron varias fanegadas de plataneras.

Ese verano, nuestra piscina era el albercón rebosante de agua que regaba aquellas tierras.

Al año siguiente, Manolito, el encargado de la finca, con su guadaña en alto cual samurái, cortaba los pesados racimos que caían sobre mis hombros y doblaban mi espalda camino del pañol.

Sí, era un cultivo ecológico, pero también un trabajo penoso.

Guadaña que cortas racimos y doblas espaldas - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez