Las viejas hermafroditas

Mi abuelo estaba en su huerto y vio una planta que llamó su atención porque él no la había plantado, ni había visto nunca una tan delicada como aquella. Era la valeriana, empleada por las brujas que se dedican a la magia negra, debido a sus poderes hipnóticos. Tras exhalar su olor empezó a relatarme esta historia mientras parecía estar en trance:

«Los castellanos observaron que existían unos lugares aislados del resto de las zonas  habitadas, eran escarpados acantilados donde solo vivían mujeres en cuevas. Estos lugares estaban custodiados por ancianas. Eran las harimaguadas, consideradas sagradas por los guanches y cohabitaban entre ellas. Solo se relacionaban con los hombres cada siete cosechas. Bajaban a las zonas costeras y raptaban a varones jóvenes con el fin de renovar la raza. Antes de mantener relaciones sexuales con el hombre, se lavaban la vagina con una infusión preparada por las ancianas y que hacía que solo los espermatozoides hembras sobreviviesen y a los nueve meses naciesen las niñas.

El resto de las fecundaciones se generaban endógenamente. Cuando las mujeres eran jóvenes y fuertes tenían el sexo femenino. En este periodo quedaban embarazadas de las viejas hermafroditas. La transformación empezaba tras la menopausia de estas. Al principio solo manifestaban su cambio a través de pellizcos y mordisquitos que les daban a las jóvenes, seguidos de tocamientos. La metamorfosis se completaba tomando un brebaje elaborado con una mezcla de semen de macho cabrío y miel del néctar de las flores de pasteles de risco. Tras beber la pócima varios días, a la anciana se le prolapsaba el útero y le salía una especie de pene, que en contacto con la vagina de la joven, rezumaba una especie de líquido lechoso cargado de hormonas. Entonces se desencadenaba la división celular del óvulo, iniciándose la fecundación virginal de un clon idéntico a la madre.

Existía la creencia de que estas ancianas solían bajar a los pueblos y dar muerte a los niños varones no cristianados. El día especialmente peligroso era la noche anterior al bautizo y se solía montar guardia para evitar cualquier desgracia a los hijos varones».

Llegado a este punto, mi abuelo salió del trance y siguió cuidando su huerto como si nada hubiese ocurrido. Nunca más me volvió a mencionar nada al respecto. A mis preguntas me dijo que esas brujas, solo eran leyendas y supersticiones paganas que se refundieron con las traídas del Caribe.

Las viajas hermafroditas - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez