Patinando por la calle de Las Toscas

Cuando íbamos a clase en las antiguas dependencias de la guardia municipal, volvíamos a Majadilla por la calle de Las Toscas donde estaba la tienda de Lolita Teresa, la abuela de Manolo. Prácticamente todos los días pasábamos por allí, la saludábamos y Manolo recogía algún encargo de su madre. Lo que más me gustaba era que a veces Lolita o su hija Lala nos ponían un vaso de Agua de Moya, que era un refresco de fresa parecido al Clípper.

En esta tiendita, todas las tardes se reunían los vendedores de la once al terminar la jornada, después de ir a la delegación a recoger los cupones del día siguiente.

Una vez que iba bajando por el tramo más pendiente de la calle, me caí dando con la cabeza en el suelo empedrado. La cara y las rodillas estuvieron rozando por el suelo mientras me deslizaba cuesta abajo, quedándome la piel en carne viva. Al llegar a la tienda y verme hecho un eccehomo, Lolita se alarmó y fue en busca del botiquín para hacerme una cura de urgencia; pero uno de los vendedores, haciéndose el valiente en carne ajena dijo:

—A ver, a ver; pero esto no es nada, esto se cura con unas friegas de ron.

Entonces se frotó las manos con el que tenía en el vaso y me las restregó por las heridas. ¡Dios mío, como me dolía! Cuando llegó Lolita con el botiquín yo estaba resoplando, por lo que no quise más asistencia.

Este vendedor era de la escuela de mi abuelo, que utilizaba el ron como remedio para todo. Cuando estaba refriado mandaba aviso a mi tío Santiago para que le trajese de su tienda otra garrafa de ron de 2 litros y medio, diciendo:

—Creo que esta semana se me va a acabar antes la medicina.

Foto: Arriba, anagrama del Agua de Moya; Garrafa de ron como la que compraba semanalmente mi abuelo; Empedrado semejante al existente en la calle de Las Toscas; abajo Tiendita de Lolita Teresa, hoy este edificio pertenece al complejo arqueológico de la cueva pintada.

Patinando por la calle de Las Toscas - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez