Semana Santa en París
Era el sacristán de una pequeña parroquia del interior de la isla. Vivía solo, pero nunca renunció a la vida. Siempre quiso visitar París y se enteró que Bínter operaba vuelos semanales muy baratos a la ciudad del amor. Valía la pena aguantar el ruido, con tal de poder saborear las ambrosías Tirma durante el vuelo. Se apoderó del dinero del cepillo de la iglesia, se pertrechó de algodones para taponarse los oídos y llenó la maleta verde con todas sus esperanzas.
Al cabo de una semana regresó portando sendas reproducciones de la Notre Dame y del Moulin rouge. Colocó la catedral junto al corazón de Jesús sobre la televisión, y conectó un ladrón en el enchufe para que las visitas la viesen iluminada. La del Moulin rouge la colocó en su alcoba, que desde ese día cerraba con llave.
Semana Santa en París - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez